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Haiku | 俳句

Dos poemas sobre la bomba atómica

Ayer vi Oppenheimer y recordé estos dos poemas. El primero, «Cuando digo Hiroshima», fue escrito y publicado poco después de la caída de la bomba por Sadako Kurihara, poeta japonesa sobreviviente al ataque nuclear. El segundo es bastante más reciente, fue escrito por la poeta coreano estadounidense Franny Choi, autora de The World Keeps Ending, and the World Goes On, uno de los libros que más me ha fascinado este último tiempo.

Cuando digo Hiroshima
de Sadako Kurihara

Cuando digo «Hiroshima»
«ah, Hiroshima»
¿me responden con amabilidad?
«Hiroshima» como si dijese «Pearl Harbor»
«Hiroshima» como si dijese «La masacre de Nanjin»
«Hiroshima» como si hablase de mujeres y niños
prisioneros en una zanja
bañados en bencina y quemados vivos
«Hiroshima» como si hablase del eco de la sangre y el fuego

Cuando digo «Hiroshima»
«ah, Hiroshima» no recibo
una respuesta amable
los muertos de los países asiáticos el pueblo desamparado
todos al mismo tiempo las víctimas con su ira
nos escupen
para que cuando diga «Hiroshima»
«ah, Hiroshima» y
me respondan con amabilidad
debemos desechar
aquellas armas que deberíamos haber desechado
debemos eliminar las bases en el extranjero
hasta ese día Hiroshima
será una amarga ciudad de crueldad y desconfianza
expuestos a la radioactividad invisible
somos unos parias calcinados

Para que cuando diga «Hiroshima»
«ah, Hiroshima»
me respondan con amabilidad
nosotros mismos
debemos lavar
nuestras manos manchadas de sangre


ヒロシマというとき
栗原貞子

〈ヒロシマ〉というとき
〈ああ ヒロシマ〉と
やさしくこたえてくれるだろうか
〈ヒロシマ〉といえば〈パールハーバー〉
〈ヒロシマ〉といえば〈南京虐殺〉
〈ヒロシマ〉といえば 女や子供を
壕のなかにとじこめ
ガソリンをかけて焼いたマニラの火刑
〈ヒロシマ〉といえば
血と炎のこだまが 返ってくるのだ

〈ヒロシマ〉といえば 
〈ああ ヒロシマ〉とやさしくは
返ってこない
アジアの国々の死者たちや無告の民が
いっせいに犯されたものの怒りを
噴き出すのだ
〈ヒロシマ〉といえば
〈ああ ヒロシマ〉と
やさしくかえってくるためには
捨てた筈の武器を ほんとうに
捨てねばならない
異国の基地を撤去せなばならない
その日までヒロシマは
残酷と不信のにがい都市だ
わたしたちは潜在する放射能に
灼かれるパリアだ

〈ヒロシマ〉といえば
〈ああ ヒロシマ〉と
やさしいこたえが
かえって来るためには
わたしたちは
わたしたちの汚れた手を
きよめねばならない


Notas de proceso
de Franny Choi

Dependiendo de cuándo y en cuál sistema educativo aprendiste sobre la llamada historia mundial, puedes entender que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en 1945 representan dos cosas: una, el fin de la Segunda Guerra Mundial y, dos, el fin del mundo mismo, con lo que me refiero no solo a la destrucción de dos ciudades completas con sus muchos miles de mundos individuales dentro de ellas, sino también, quizás, al fin de la modernidad; el sonido de más de medio siglo de paranoia aniquiladora y novelas muy confusas; en otras palabras, el fin de la narración; en otras palabras, el fin de Dios. Puedes imaginar las nubes infernales capturadas en esos infames noticieros o pensar en los cientos de miles de civiles asesinados, las generaciones que dan testimonio a través de lesiones y extremidades; podrías considerar si Estados Unidos le habría hecho esto a un país rubio o considerar la manera en que un horror como ese podría enterrarse en las cosas de un pueblo, no solo en sus genes, sino también en sus bromas, las formas de sus pasos peatonales, las líneas de su arte. Ahora. Dependiendo de si te criaron o no los descendientes de los sobrevivientes de una antigua colonia del Imperio japonés, podrías entender que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en 1945 representan, de hecho, tres cosas: una, el final de la Segunda Guerra Mundial; dos, el fin del mundo mismo; y tres, el preludio de la liberación, el principio del fin, es decir, del control, la carnicería, el trabajo forzado y el genocidio cultural que violó, esclavizó y asesinó a millones de coreanos, indonesios, taiwaneses y otros. Dependiendo de cuándo y en qué contexto geopolítico aprendiste "historia mundial", el momento en el que te encuentres con esta tercera asociación (en la mesa con tus padres, en casa por unas vacaciones) podría agudizar la habitación a tu alrededor hasta que se torne enfermiza, a medida que aparece la línea terrible, no trazada por nada parecido a la justicia, o el deber sombrío, o Dios, o incluso la causalidad, en realidad; solo la firma de tiempo plana de la secuencia; secuencia terrible, indiferente, que lleva de las detonaciones, a la carnicería, a la libertad(?), a la carnicería, a un avión en el cielo llevando a una mujer cargando una torpe reunión de células que un día mirarán hacia atrás y verán, en esa línea, sólo finales, finales, finales—

Rebanada del hueso, mi vida
colgaba como una mandíbula, impecable.
E imperdonable.



Process Notes
by Franny Choi

Depending on when and through which education system you learned about so-called world history, you may understand the 1945 atomic bombings of Hiroshima and Nagasaki to represent two things: one, the end of World War Il, and two, the end of the world itself- by which I mean not only the destruction of two full cities with their many thousands of individual worlds within them, but also, perhaps, the end of modernity; the ringing in of a half-century-plus of annihilative paranoia and very confusing novels; in other words, the end of narrative; in other words, the end of God. You might picture the hellish clouds captured in those infamous newsreels, or think of the hundreds of thousands of civilians killed, the generations bearing witness via lesion and limb; you might consider whether the United States would have done this to a blonde country, or consider the way a horror like that might burrow into the stuff of a people, not just its genes, but its jokes, the shapes of its crosswalks, the lines of its art. Now. Depending on whether or not you were raised by the descendants of the survivors of a former colony of the Japanese Empire, you might understand the 1945 atomic bombings of Hiroshima and Nagasaki to, in fact, represent three things: one, the end of World War II; two, the end of the world itself; and three, the prelude to liberation- the beginning of the end, that is, of the control, carnage, forced labor, and cultural genocide that raped, enslaved, and killed millions of Koreans, Indonesians, Taiwanese, and others. Depending on when and in which geopolitical context you learned "world history," the moment in which you encounter this third association (at the dinner table with your parents, home for some holiday) might sharpen the room around you into sick bloom, as the terrible line appears-not drawn by anything like righteousness, or grim duty, or God, or even causation, really; just the flat time signature of sequence; terrible, indifferent sequence, which leads from the detonations, to carnage, to freedom(?), to carnage, to an airplane in the sky carrying a woman carrying a clumsy gathering of cells that will one day look backwards and see, in that line, only endings, endings, endings—

Sliced from bone, my life
hung like a jaw—faultless. And
unforgivable.


Sadako Kurihara (栗原貞子) nació en Hiroshima el 4 de marzo de 1913. Desde los 17 años comenzó a interesarse por la literatura, dedicándose principalmente al tanka y a la poesía en formato occidental (verso libre). A las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 se encontraba en su casa, a cuatro kilómetros del epicentro de la explosión atómica. Después de la guerra se dedicó profesionalmente a la escritura. En 1946 publicó Huevos negros (黒い卵), una colección de poemas que incluye «Cuando digo Hiroshima» y «Déjennos atender el parto», siendo este último poema su obra más famosa. Falleció a los 92 en 2005 en la ciudad que la vio nacer.

Franny Choi es una poeta y dramaturga estadounidense de ascendencia coreana. Estudió Artes Liberales y Estudios Étnicos en la Universidad de Brown. Utiliza su escritura como plataforma para el activismo social. Ha publicado la plaquette Death by Sex Machine y los libros Floating, Brilliant, Gone, Soft Science y The World Keeps Ending, and the World Goes On. En este último se incluye «Notas de proceso». Actualmente vive en Massachusetts.

Traducción: MDH